El cambio del aquejado.

(Publicado el 25 de marzo de 2006).

Cuando sufrió una intimidación conocida por su dureza, recordó que una vez le dijeron: la enfermedad cuando se hace fuerte te arrastra contra la pared y te amenaza con el arma del mal porvenir. Para robarte de la mente lo superfluo y dejarte sólo la esencia de los sucesos elementales.
Y entonces, curioseó la vida. Venteó los aires que, inquietando a la ventana, entraron suavemente hasta rozarle, sin detenerse, pasando de largo, ausentes. Reconoció en ellos, los olores de un labrantío tierno, empapado por la lluvia; el de un arenal ceñido por el mar…
Asimiló abstraído el murmullo del arroyo y todas las frecuencias del campo, del monte, del cielo…
Contempló como nunca lo había hecho, la profundidad de los espacios infinitos al atardecer, los matices de la alegría de la alborada, las noches encendidas por la Luna, las de media luz cargadas de estrellas y las apagadas, colmas de secretos.
Y, dejándose llevar por la energía del Sol que, franqueando los cristales, se abrazaba a su cuerpo arropado, probó unos labios pertinaces en la intimidad pasional de su mente.
Más cuando advirtió las caricias apaciguadas de sus afectos, se sintió crónico del privilegio, infectado por la única verdad.

Que bueno perder lo superfluo.

Enrique Masip Segarra (2006). Todos los derechos reservados.

Retrato del poeta Ivar von Lücken (1926). Otto Dix (Alemania, 1891-1969).

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