Juan Luis Ángel

.

Relato breve.

.

Lo que voy a narrarles es algo que aún hoy no deja de sorprenderme. Ocurrió hace ya muchos años, tantos que ya casi no me acuerdo, pues mi edad extremadamente avanzada me zancadillea la memoria cuando se trata de hechos tan lejanos.

Me llamo Juan Luis Ángel y es que, a veces, nuestros progenitores sienten la necesidad de quedar bien con toda la familia y te asesinan a nombres. En este caso concreto me pusieron los de tres tíos solteros y con fama de suertudos ya fallecidos de muy viejos. Creo que de paso intentaban que la buena estrella me protegiera como hizo con ellos. Pero las cosas no suelen salir como se prevén. Y acabaron llamándome sólo Ángel, posiblemente porque mi padre también se llamaba así.

Salvo donde prevalecía lo oficial, como abrir una cuenta de ahorro en el banco de turno o matricularme en algún colegio o incluso tomar la primera comunión, mi nombre de uso diario, como ya he dicho, era Ángel. Y en esos casos excepcionales, maldecía tener que rellenar el espacio de los documentos con mis tres nombres para evitar equívocos. Un peso más que llevar en los hombros. ¡Como la vida es tan sencilla!

Mi historia transcurrió equilibrada y plácidamente, sin significativos problemas, hasta que, un día, fui víctima de una enfermedad extraña que hizo mella en mi cuerpo y me tuvo durante un buen tiempo rondando centros hospitalarios y clínicas especializadas con el afán de darle pronta solución. La incomodidad del ingreso oficial empezaba con el trato del personal sanitario. Se dirigían a mi como D. Juan, algo que no me resultaba nada usual, en vez de D. Ángel, y esto me hacía sentirme extraño, como si yo no fuera el enfermo.

Y para más inri, cada vez que me hacían los pertinentes análisis de sangre después de severos tratamientos probatorios, me encontraba igual que siempre: abatido y desilusionado en la cama del centro médico de turno, ante los signos claros de empeoramiento.

Como última solución, me llevaron a un sanatorio especializado en el que me iban a someter a un método natural a base de algas y otros extraños productos del mar. Lo primero que me satisfizo fue que se dirigieran a mi por mi nombre de uso habitual, cosa que agradecí de inmediato. Antes de iniciar la referida medicación, me hicieron un análisis exhaustivo y… ¡milagro!, todo salió bastante bien.

Mi ánimo resucitó de inmediato y cuando, a los pocos días, me levanté por primera vez de la cama muy mejorado, advertí que en el cabezal de la misma colgaba dentro de una funda transparente de plástico la tarjeta oficial identificativa con un único nombre: Ángel.

Esto me dejó descolgado durante unos minutos. Mientras los doctores no entendían nada, yo no paraba de darle vueltas al insólito hecho. Y después de volver a ver la ficha identificativa con el nombre por el que siempre me han llamado, llevado por la necesidad de verme sano, hice suposiciones sin fundamento alguno sobre la relación de la enfermedad y mis nombres. Y deduje algo insólito que no quise decir abiertamente.

Hasta que una mañana advertí con claridad meridiana que tenía razón, que aquella locura no era tal y que según como me ingresaban oficialmente en el hospital, me convertía en un hombre enfermo o sano. Es decir, si me registraban como Juan, Juan Luis o Juan Luis Ángel, todo me salia fatal, empeorando; y si lo hacían con el único de Ángel, al poco tiempo me convertía en un ser privilegiado, repleto de salud.

Como comprenderán ustedes no paré hasta quitarme los otros dos nombres, eso si, con una respetuosa despedida a mis tíos Juan y Luis -con estas cosas no hay que jugar- . Quedándome como único y para siempre, con el de mi padre: Ángel, mi divino protector.

.

Enrique Masip Segarra [2012]. Todos los derechos reservados.

.

NOTAS.- Enlaces, corchetes, negritas [con perdón] e imágenes, son aportados por EQM.